Ensayo y soy voz

La esclavitud en el siglo XXI

Carolina Castillo

Carolina Castillo

@caastillocaro

Mujer semidesnuda con un cartel de "abierto" y hombres haciendo fila

Recuerdo tener 10 años y estar mirando televisión en el comedor de mi casa mientras cenaba en una noche de viernes. En la tele estaban pasando las noticias del día. No recuerdo con exactitud lo que decían, tampoco entendía demasiado. Pero hubo algo que me llamó la atención y aún no dejo de pensarlo.

Se hablaba sobre personas desaparecidas, en su mayoria adolescentes y adultas jovenes o niñas y niños, que eran captados por redes de trata de personas.

Una mujer daba su relato de cómo fue iniciada en la esclavitud sexual por la falta de educación y recursos. Tuve el impulso de cambiar el canal, no sé bien qué sensación y emociones me generaban ese tipo de noticias, pero, eventualmente, hacía mi mirada a un costado. Como si no verlo significara que desapareciera por completo. Pero no, no era así. Esa no era la solución.

Ahora, a mis 17 años, puedo comprender un poco más sobre el tema y, al menos, puedo poner en palabras eso que pensaba e imaginaba, pero que no lograba comunicar.

Desde muy chica tuve acceso a dispositivos tecnológicos tales como teléfonos, tablets y computadoras, con todo lo que estos implican. Desde un buscador con todas las respuestas hasta un chat disponible a toda hora para hablar con quien quisiese, sin importar si era conocido o no.

Según un estudio global realizado en febrero del 2019 por la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, el perfil de las víctimas en su mayoría está representado por el sexo femenino, siendo el 49 y 23% de las víctimas mujeres y niñas respectivamente, mientras que el 21 y 7% restante son hombres y niños.

Del total de víctimas mujeres, el 83 % son captadas con fines de explotación sexual, el 13% con fines de explotación laboral y el 4% restante es indefinido. Mientras que el 50% de niñas están destinadas al trabajo forzoso, el 27% a la explotación sexual y un 23% para otros fines. Del total de hombres, el 82% está destinado a fines laborales, un 10% con fines de explotación sexual, un 1% para extracción de órganos y un 7% con otros propósitos. En cuanto a niños, un 50% está destinado al trabajo forzado, 27% a la explotación sexual y el 23% fue captado con otros fines.

Según el informe, la explotación sexual es la principal razón de trata de personas con un porcentaje del 59%. Mientras que el trabajo forzado representa un 34% y el 7% restante para extracción de órganos y otros.

También, se diferenció entre los continentes. Por ejemplo, la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual se dio mayormente en países de América, Europa, Asia del Este y Pacífico. Por otro lado, la explotación laboral de hombres adultos se dio mayoritariamente en África Subsahariana y Medio Oriente.

Estos datos nos ayudan a pensar en dónde estamos parados y también a notar la importancia que tienen dichas cifras. La prostitución no se da exclusivamente en las esquinas de las plazas del conurbano. Hay nuevas modalidades que se dan desde la comodidad de las casas y su fama entre adolescentes y adultos jóvenes es cada día mayor, ya que con un simple dispositivo podés iniciarte en la pornografía amateur.

En los últimos meses, se ha puesto de moda, dentro de un cierto grupo etario, la aplicación OnlyFans. En la cual pagás por una membresía y accedes a un mundo completamente diferente donde millones de personas te ofrecen contenido erótico.

Quienes publican estas fotos o videos personales son, en su mayoría, personas que buscan ganar “dinero fácil” en cuestión de semanas, sin tener en cuenta las consecuencias que podrían conllevar.

Durante la pandemia, según Bloomberg, la plataforma ganó alrededor de 500.000 por día y facturó un total de 2.000 millones de dólares en el 2020.

Estos datos deberían alertar a las familias donde hay niñas, niños o adolescentes ya que el acceso es simple, al igual que los primeros contenidos subidos. Pero el problema se hace más grande después, cuando te ves obligado a subir contenido cada vez más fuerte y explícito.

Por otro lado, es preocupante el discurso feminista que asegura que estas prácticas son seguras y en total libertad. Cuando en realidad, luego de un tiempo, dejás de tener poder sobre lo que subís y es la plataforma y los consumidores quienes lo controlan. Ya que cuando tus fotos o videos dejan de interesarles comienzan a pedir otros tipos y al final terminan cediendo porque sino se pierden vistas y dinero.

Hoy ya no hago mi vista a un lado y comprendo que mis privilegios hicieron que desde chiquita no tuviera la necesidad de saber sobre el tema. Ni siquiera estar cerca.

Hoy a mis 17 años sé que la prostitución no es más que un sistema patriarcal y misógino de violaciones sistemáticas a las mujeres.

Sé que para el mundo no somos más que un objeto o un pedazo de carne disponible para el consumo de los hombres.

También sé que me daría miedo que las generaciones siguientes hagan la vista a un lado como hice yo y que no se replanteen lo que están mirando. Pero más miedo me daría saber por qué sigue sucediendo, por qué el Estado sigue jugando a las escondidas mientras miles de mujeres están sufriendo abusos de todo tipo e índole.

Como sociedad también necesitamos hacer grandes cambios. El Estado no va a solucionar, por ejemplo, el rechazo que sentimos hacia quienes fueron prostituidas, tanto por elección propia como por terceros. Tenemos que empatizar con ellas, con las ex trabajadoras sexuales, con las sobrevivientes de trata de personas. Porque es el mundo machista quien las convenció de que entrar a esas habitaciones era empoderante, o que eran elecciones dentro de la libertad como mujer. Porque también es ese mismo mundo que te dice que está bien que hagas lo que quieras con tu cuerpo, el que prostituye a menores de edad. O peor aún, que las desaparece.

Y si hay algo de lo que estoy segura, es de que ya no voy a mirar hacia un costado. Porque ya fueron muchas las que murieron, las que desaparecieron, las que aún no vuelven y las que podrían algún día entrar.