Ensayo y soy voz

La pandemia invisible

Nina Garabano

Nina Garabano

@nina_garabano

Mujer con un barbijo negro

En el 2020 hubo un femicidio cada 29 horas en Argentina. Un total de 298 entre el 1º de enero y el 31 de diciembre. 298 mujeres menos.

Desde que tengo conciencia los medios de comunicación siempre están anunciando víctimas de femicidios, con sus grandes titulares: “El portero del edificio presunto culpable”, “Su ex pareja la mató a golpes”, “Fue encontrada sin vida en un descampado”. Cada vez que aparece una noticia de estas en la tv o en las redes no puedo dejar de preguntarme ¿Hasta cuándo?

Como es de público conocimiento, la violencia de género fue en aumento durante la pandemia. La cuarentena obligatoria, las restricciones de movimiento, y la disminución de los grupos de apoyo social y familiar, sumadas al miedo, la tensión y el estrés de estos meses, han situado a mujeres y niñas en un riesgo incrementado a sufrir violencia, al estar confinadas todo el día en casa con sus abusadores; lo que provocó un incremento de la frecuencia y los grados de violencia.

Según el informe del Observatorio Ahora Que Sí Nos Ven, el 65,1 % de los femicidios ocurrieron en la vivienda de la víctima. Esto deja en evidencia que “el hogar no es un lugar seguro para las mujeres”, publica el Observatorio, como quedó demostrado en la etapa de aislamiento. A su vez, dicho informe destaca que el 44 % de estos crímenes fueron cometidos por la pareja de la víctima, y el 20,5 %, por la ex pareja, lo que da un total del 64,5 %. Los datos nos vuelven a confirmar que quienes dicen amarnos son quienes nos matan. Ahora bien, ¿Alguien brinda una solución? ¿Es el Estado responsable? ¿La familia o el contexto donde creció el agresor es culpable? ¿El sistema educativo es culpable? ¿Es incluso la víctima la culpable? Analicemos lo siguiente, el Estado como marco de las construcciones sociales debe garantizar la paz y la justicia para sus ciudadanos. Durante el transcurso del 2021 presentaron el Plan Nacional de Acción Contra las Violencias, una iniciativa que contempla la creación de múltiples programas que apuntan a abordar la problemática desde un enfoque integral. Dicho de esta manera nos hace creer que es el “dream plan” para solucionar esta pandemia invisible. Si estuviésemos viviendo en Suecia, por ejemplo, uno podría pensar que se garantizaría que estos programas van a ser llevados a cabo de manera funcional y correcta y no que se utilizarían solamente para una campaña política, donde se destinan millones de pesos, y queda en el olvido una vez pasada la misma. Además, siendo realistas, si uno llama a la línea 144, que es la que se utiliza para reportar un caso de violencia de género o va a la comisaría de la mujer de su localidad, muchas de las veces no te quieren tomar la denuncia porque no tenes pruebas físicas para demostrar.

Mi pregunta ahora es ¿Qué es lo que hace que las víctimas que sufren violencia de género se queden con su agresor?

Según los estudios realizados en el 2019 por la Delegación del Gobierno de España para la Violencia de Género, este es un problema social y, como tal, afecta a todas las clases y perfiles. El maltrato genera una dependencia emocional de tal magnitud que la víctima, no solo no se reconoce como tal, sino que los procesos psicológicos de trauma que experimenta cada una son distintos y se dan por distintas razones, tales como miedo a la reacción de sus hijos/as o familiares, vergüenza a contar lo sucedido, por la falta de recursos económicos, apoyo familiar y social, porque se sentían culpables y responsables de la situación, entre otros.

¿Por qué una mujer, que aparentemente no tiene necesidad alguna de aguantar estas situaciones, lo hace? Influyen diferentes factores: el entorno familiar en el que la mujer creció, el nivel de autoestima que posee, el apoyo familiar que recibe, la percepción que tenga de las relaciones de pareja y la sociedad en la que vive, la falta de recursos económicos, desconocimiento al proceso judicial, etc.

Este tipo de agresiones van asociadas a las relaciones amorosas, por lo que la forma en que ellas perciben este tipo de relaciones es diferente a otras mujeres. La víctima percibe las relaciones como amor romántico. El amor romántico se ha inculcado en la educación de las niñas, las adolescentes y las mujeres en general. A ello le sumamos la autoestima baja y la desvalorización como persona. Una vez dicho esto, mi interrogante en cuestión va más allá de lo económico, lo social o incluso lo afectivo, me lleva a pensar en por qué una mujer que padece maltrato no pueda escapar de esa situación, incluso después de haber denunciado a su agresor en múltiples ocasiones. Porque claro está que si alguien denuncia a otra persona es porque reconoce que hay un problema, que algo no está bien. Por qué después de toda la información sobre este tema que circula en todos los medios y está al alcance de nuestras manos, no es suficiente.

No me malinterpreten, no estoy hablando de los femicidios que se producen cuando el agresor elige a su víctima al azar o no hay ningún tipo de vínculo entre ellos. A lo que voy es que hoy en día no podemos darnos el lujo como mujeres de tomar como real la esperanza de que todo cambiará y volver con la persona que nos maltrató una vez, dos veces, tres. ¿Por qué las mujeres banalizan este tipo de actitudes y llegan al punto de temer por sus vidas, pero siguen?

Si retomamos desde el principio, ¿es la educación en las escuelas lo que está fallando? ¿Se está implementando la ESI en las instituciones pedagógicas? Recordemos que la Educación Sexual Integral (ESI) es un espacio sistemático de enseñanza y aprendizaje que promueve saberes y habilidades para la toma de decisiones responsables y críticas en relación con los derechos de los niños, las niñas y los/as adolescentes al cuidado del propio cuerpo, las relaciones interpersonales, la información y la sexualidad. ¿Es suficiente? No. La educación en las escuelas no es lo único que determina el comportamiento de los individuos, es de vital importancia que estos temas se lleven a cabo en los hogares. Pero cuando este individuo se desarrolla con falta de una figura materna o paterna, o bien la religión que predica va en contra de estos principios, etc. nos veremos en una situación complicada.

¿Estamos fallando como sociedad? Tremendamente. Tan grande es la falla, que no basta solo con educar en las escuelas, sino que fue necesaria la promulgación de una ley, la Ley Micaela para establecer la capacitación obligatoria en género y violencia de género para todas las personas que se desempeñan en la función pública, en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación. Si nos ponemos en contexto, la ESI fue sancionada en el año 2006, pero no fue hasta el 2019 que no se capacitó a los jueces y a los funcionarios del Estado en su totalidad, los que deben obrar por la seguridad y la justicia de todos los ciudadanos, los que combaten el crimen con sus armas de tinta, no habían tenido ni siquiera un curso básico de género. Los mismos que liberaron femicidas antes de que finalice su condena o dictaron sentencias que no llegaron ni a cubrir una cuarta parte del dolor de los familiares. Como fue en el caso de Lucia Pérez, quien el juez a cargo de su caso condenó a los imputados a solo 8 años de prisión por posesión de drogas sin reconocer lo que le hicieron a la joven.

Del 2008 al 2019 hubo 3251 femicidios. 3251 Micaelas menos. ¿Qué estuvieron haciendo todo ese tiempo?

Estamos ante un problema social y cultural. Cada día es más indignante vivir en un país donde sus funcionarios en el poder hacen poco y nada por las mujeres que sufren violencia de género, no implementan las condenas necesarias a sus femicidas, las leyes juegan en su favor. Cada día es más indignante ver cómo los medios de comunicación se aprovechan de la situación de las familias o las víctimas para generar rating con sus grandes titulares en la televisión. Cada día es más indignante cómo a esta altura el Ministerio de Educación no capacita adecuadamente a sus docentes para aplicar día a día la ESI, porque no basta solo con promulgar la ley ni dar una clase sobre la biología del cuerpo humano. Lo que es más indignante aún es cómo se siguen analizando las conductas machistas de siglos pasados, cómo vemos estas actitudes en la escuela, en el trabajo, en la vida cotidiana y las dejamos pasar, las normalizamos. Y cuando cada 8 de marzo miles de mujeres marchan en la plaza exigiendo justicia y ser escuchadas para deconstruir dichas actitudes, la sociedad se escandaliza tomando su punto de vista defensivo y por supuesto, machista.

No podemos seguir actuando como si nada pasase. No podemos solo preocuparnos o tomar conciencia cuando nos sucede cerca una situación de este estilo. Está en nosotros como sociedad cambiar nuestra manera de pensar y actuar. Nosotras, mujeres, no dejemos que esta pandemia invisible nos destruya.

Mano que dice "La violencia deja marcas, no verlas deja femicidios"