Tiempos de pandemia
Trinidad Sasso
A las 7 de la mañana me suena la alarma, la apago con ganas de seguir durmiendo, pero me levanto y me visto con algo cómodo. Después, me lavo la cara y bajo a prepararme el desayuno, esta rutina es demasiado cansadora. 7:30 tengo Matemática, una materia bastante difícil para entenderla virtualmente, pero sin embargo, con el correr de los días le agarro la mano. Sigo con clases virtuales hasta la una, para esa hora ya estoy agotada, me duelen los ojos por la computadora y ya no quiero estar más sentada. Almuerzo con mi familia y me acuesto un rato a descansar, pero no duermo. Antes de las dos de la tarde me levanto y me preparo todo lo que necesito para la clase de ingles que tengo hasta las cuatro, a esa hora recién termina mi día escolar. Después de aproximadamente 7hs de clases frente a una computadora estoy muy cansada y con muchísimas ganas de volver al colegio y ver a mis compañeros.
El Covid-19 continúa afectando nuestras vidas cotidianas desde hace ya más de un año. Ante este evento mi rutina diaria cambió por completo, han sucedido tantas cosas y con tanta velocidad que ya no me puedo imaginar cómo era vivir sin esta pandemia, sin usar barbijo, compartiendo el mate, saliendo de fiesta, saludando a las personas con un beso, entre otras cosas que actualmente no puedo hacer.
Me siento constantemente invadida de sentimientos. Entre ellos el miedo, la ansiedad, la angustia, el estrés, el enojo y la más constante: la incertidumbre, todo el tiempo me pongo a pensar ¿Qué va a ocurrir? ¿Cómo vamos a combatir a este virus? ¿Podremos volver a la normalidad? Y si es así, ¿cuándo?
Esta pandemia ha tenido un efecto socioeconómico disruptivo, ya que, para evitar la propagación del virus los distintos gobiernos han impuesto restricciones; las cuales nos prohíben el contacto social de forma extrema y nos generan nuevos desafíos bastante difíciles de enfrentar porque se sabe que todos los humanos necesitamos constantemente de otros individuos.
Al principio de la pandemia, en marzo del 2020 me costó adaptarme al hecho de no salir de mi casa, de no ver a mis amigas ni familia y de tener clases de manera virtual. Fueron cambios muy arduos y a los que nunca me hubiese imaginado enfrentar, pero con el tiempo estas acciones ya se volvieron cotidianas para mí.
Se han cerrado colegios y universidades en más de 124 países, lo que ha afectado a más de 2.200 millones de estudiantes. Gran parte de la población mundial se encuentra confinada, con fuertes restricciones a la libertad de circulación, lo cual ha conducido a una reducción drástica de la actividad económica y a un aumento paralelo del desempleo.
Es importante encontrar una manera de poder seguir viviendo lo más parecido a la normalidad teniendo siempre en cuenta las medidas de prevención recomendadas por el Ministerio de la Salud. No podemos estar dos años seguidos encerrados porque esto también tiene efectos secundarios en todas las personas del mundo, ya sean sociales, psicológicos y/o en la salud mental.
Luego de una serie de encuestas a la población general de Argentina hecha por el UNICEF, este año se llegó a la conclusión de que los y las adolescentes manifestaron que se sienten angustiados (33%), asustados (25%) y deprimidos (18%). Todos estos indicadores aumentaron respecto de las encuestas anteriores.
El Coronavirus cambió la forma en que se imparte la educación a lo largo de todo el mundo, ya que, la escuela y el hogar se convirtieron en el mismo lugar. Esto nos deja reflexionando a los estudiantes acerca de los muchos otros roles que la escuela ofrece además de lo académico, ya que, en nuestras casas no sociabilizamos con nuestros compañeros ni profesores, no tenemos la oportunidad de hacer actividades prácticas y todo se torna aburrido y complicado.
“Este es un enorme desafío de equidad educativa que puede tener consecuencias que alteran la vida de los estudiantes vulnerables”, dijo Ian Rosenblum, director de The Education Trust-New York; y yo concuerdo con su opinión, ya que, no todas las escuelas pueden ofrecer clases virtuales ni tampoco todos los alumnos pueden participar de ellas ya sea porque no poseen conexión a internet, dispositivos electrónicos u obligación a la conectividad. Esta brecha digital generó desigualdades entre los estudiantes que podían acceder a las clases y los que no, y comenzó a haber alumnos que lograban llevar al día las materias y otros que, al no tener la posibilidad, se quedaban muy atrasados.
Sin embargo, la educación de manera virtual fue mejorando y adaptándose con respecto a las distintas propuestas educativas. Por ejemplo, para asegurar una continuidad pedagógica se incorporó la obligatoriedad de la educación a distancia, lo cual, hizo que los alumnos estemos presentes en la mayoría de las clases. También, en la mayoría de las escuelas se tuvieron en cuenta los casos de los alumnos que no podían participar de las clases y cada colegio tomó medidas, ya sea llevándoles trabajos a las casas, dándoles los materiales que necesitaban, entre otras.
Pero también para nosotros, los estudiantes, fue muy difícil el hecho de estar un año entero encerrados frente a una computadora. Asimismo, tanto en mi caso como en el de gran cantidad de estudiantes, perdernos la posibilidad de hacer todas las cosas que traen consigo los dos últimos años de la secundaria fue un factor que influyó bastante y generó que queramos constantemente volver a la normalidad, ya que, teníamos viajes y fiestas programados que, por lo menos por ahora y hasta que todo mejore, no los vamos a poder hacer.
Espero que pronto la vida pueda volver a ser como antes, que podamos combatir este virus y así volver a disfrutar cada uno de nosotros de todas las cosas que solíamos hacer.